No estaba solo.La habitación era exactamente la misma y no había cambiado en nada desde que yo había entrado.La luz de la luna hacia que pudiera ver mis propios pasos marcados en el suelo, pasos que habían perturbado la larga acumulación de tierra.A la luz de la luna, frente a mi, había tres mujeres jóvenes, damas por sus vestidos y maneras.Creo que en el momento en que las vi debí haber estado soñando, ya que aunque la luz de la luna las alumbraba desde atrás no reflejaban sobre el suelo sombra alguna.Se acercaron a mi,me miraron durante un momento y luego comenzaron a cuchichear.Dos eran morenas y tenían nariz aguileña como la del conde, ojos grandes, oscuros y penetrantes que parecían ser casi rojos en contraste con la pálida luz amarilla de la luna. La otra era rubia, extraordinariamente hermosa, con gran cantidad de cabello ondulado y dorado, y ojos como pálidos zafiros. En cierta forma me parecía conocer su cara y conocerla en relación con algún temor imaginario, pero en ese momento no podía recordar como ni donde la había conocido. Las tres tenían dientes blancos y brillantes que relucían como perlas contra el rubí de sus voluptuosos labios.En ellas había algo que me hacia sentir inseguro, algo que me excitaba y a su vez me daba un miedo terrible. Sentí en mi corazón un insoportable y ardiente deseo de que me besaran con aquellos labios rojos.[...]. Cuchicheaban entre si y luego las tres se rieron, con una risa clara, sonora y musical pero cuyo sonido no parecía provenir de unos labios humanos. Era como la intolerable y estremecedora dulzura del reloj de agua cuando toca una mano ingeniosa. La joven rubia sacudió su cabeza elegantemente, y las otras dos la alentaron. Una de ellas dijo:
-¡Adelante! Hazlo tu primero y luego nosotras; tienes derecho a comenzar.
La otra agrego:
-Es joven y fuerte; hay besos para todas.
Yo estaba allí, acostado, en silencio, mirando entre las pestañas en una dulce agonía producida por la excitación. La joven rubia avanzo y se inclino sobre mi tanto que yo sentía el movimiento de su respiración agitada. En cierto modo su respiración era dulce, dulce como la miel, y me producía la misma perturbación en los sentidos que su voz, pero por debajo había cierta amargura, una amarga repugnancia, como la que olemos en la sangre.
Temía abrir los párpados, pero miraba y veía perfectamente entre mis pestañas. La joven rubia se arrodillo y se inclino sobre mi relamiéndose. Había una voluptuosidad que era a la vez mas excitante y repulsiva, y cuando arqueo su cuello se relamió los labios como un animal, hasta que pude ver a la luz de la luna la humedad que brillaba sobre sus labios escarlata y sobre la lengua roja mientras lamia sus blancos y afilados dientes. A cada momento bajaba mas y mas su cabeza; sus labios estaban por debajo de la linea de mis labios y mi mentón y parecía a punto de pegarse a mi cuello. Entonces se detuvo y pude escuchar el sonido de su lengua al relamer sus dientes y sus labios, y sentí el calor de su aliento sobre mi cuello.En ese momento la piel de mi garganta empezó a estremecerse como lo hace la carne cuando se le acerca mas y mas una mano para hacerle cosquillas. Podía sentir el blando y escalofriante contacto de sus labios sobre mi cuellos y la presión de dos dientes afilados, apretando y deteniéndose allí. Cerré los ojos con un éxtasis de perversa languidez y espere con el corazón latiendo muy deprisa.
Dracula